Sesión 11 Estética y Filosofía de la Música II. Romanticismo I
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Obra de Andrea Hauer |
El siglo XIX significó para la música, lo mismo que para la
filosofía. Surgieron figuras realmente destacadas y muy influyentes entre los
intelectuales y artistas, que sentaron las bases de la filosofía del XIX y del
desarrollo de la Estética como disciplina.
El curso pasado dimos voz a estos filósofos y artistas pero
de una forma muy superficial, por lo que retomaremos algunos nombres y leeremos
fragmentos, no tanto sobre el peso de la música sino sobre conceptos estéticos
más amplios.
En la siguiente sesión leeremos a los propios artistas, pero
igual, no solo a músicos sino a artistas en general y a través de su pensamiento
reflexionaremos sobre la aplicación de estas ideas en nuestra disciplina.
No se podría entender la filosofía del siglo XIX sin la
figura de Hegel (1770-1831). Propone un idealismo absoluto, afirmando que todo
lo real es racional y todo lo racional es real, por lo que todo lo que acontece
es lo mejor posible. Son evidentes las cuestiones sociales y políticas que esto
puede implicar. Según Hegel, la “idea”, es representada en el arte, esta se
encarna en todas las formas materiales, es lo que llamamos belleza, es una
espiritualización de la materia a través del arte, dándose así la verdad y una
revigorización del observador. La tesis, antítesis y síntesis, se da en la
historia del arte representada por el arte oriental (tesis), el griego
(antítesis) y el romántico (síntesis). Por supuesto fue muy criticado por los
formalistas, porque veían en su pensamiento un predominio de lo intelectual
frente a las condiciones formales de la belleza.
Del pensamiento de Hegel surge lo que se conoce como derecha
e izquierda hegeliana. Los primeros asumen la realidad tal como es y como lo mejor
posible. Los segundos, también conocidos como “jóvenes hegelianos”, cuyo máximo
representante fue Feuerbach (1804-1872), presentan y denuncian las
contradicciones de la sociedad de la época.
El idealismo absoluto implica una idea universal, por lo que
las individualidades quedan apartadas del sistema, surge en contra la corriente
vitalista. En ella se reclaman como propios, los impulsos, considerados en esa
época, como no racionales. Tres figuras serán claves en esta crítica:
¾ A. Schopenhauer (1788-1860): presenta el dolor de la vida dominada
por un deseo insaciable.
¾ S. Kierkegaard (1813-1855): precursor del existencialismo, hace un
análisis del individuo y la angustia humana.
¾
F. Nietzsche (1844-1900): que
propone un vitalismo irracionalista.
Surgirá también el positivismo, representado por
Auguste Comte (1798-1857). Para él la única realidad son los hechos
verificables. Deja así totalmente fuera de estudio la metafísica. Propondrá una
reforma a través de una nueva disciplina científica, la sociología.
De todo esto aparecerá el utilitarismo. Aplicando
el principio de utilidad, trata de explicar nuestras acciones basándose en la
necesidad de conseguir el mayor placer posible. Hacer aquello que consiga el
mayor grado de felicidad al mayor número de personas posibles. Tenemos a Jeremy
Benham (1748-1832) como primer articulador y a John Stuard Mill (1806-1873),
que diferenciará entre diferentes tipos de placer, según su calidad. La
educación tendrá ya un papel fundamental para aplicar este tipo de teorías.
Otra figura absolutamente fundamental será Karl
Marx (1818-1883) con su materialismo histórico. Aparece de nuevo Hegel, como
una influencia clave, no tanto en el plano del idealismo, que Marx rechaza,
sino en su concepción dialéctica de la realidad. Para Marx la historia está determinada
por las condiciones materiales y los intereses económicos. Otra de sus
influencias fue la figura de Feuerbach que introduce el concepto de alienación
religiosa, según la cual, hemos perdido nuestra esencia porque nos hemos negado
a nosotros mismos. El avance del liberalismo económico teorizado por Adam Smith
y David Ricardo, serán la base contrapuesta. También influenciarán sobre Marx
los socialistas utópicos, a los que tilda de ingenuos.
Marx propondrá un socialismo científico, el
materialismo dialéctico, esto implica una realidad cambiante donde se da una
lucha de elementos contrarios, no de ideas, sino de condiciones materiales y
económicas. Los medios de producción condicionan el devenir de la historia. Para
Marx, el arte formaría parte de lo que llama “falsa conciencia”, como un
mecanismo para legitimar el sistema. Marx es considerado un humanista, porque
considera que los seres humanos han caído en la moral del esclavo, y debe
recuperar su humanidad. Si para Marx la religión es el opio del pueblo, para
Nietzche es el responsable de la negación de los instintos por medio de la
moral judeo-cristiana.
Este desvelar al hombre real, está en todas las filosofías
vitalistas del momento, como ya vimos en Schopenhauer, conseguir ver más allá
del “velo de Maya” y la lucha por sobrevivir es la “lucha cósmica”. Esa sed de
querer y aspirar solo puede saciarse liberándonos de la cadena del deseo, para
ello propone la experiencia estética. Anular la voluntad a través del arte
porque dejamos de ser conscientes de nosotros mismos. Para escapar del dolor
que nos provoca la vida podemos escoger el ascetismo.
Nietzsche, el otro gran transformador del XIX
expone la filosofía de los tres martillazos: al idealismo platónico, a la
religión-moral cristiana y al concepto de verdad.
Ya trabajamos a Nietzsche el curso pasado, citaremos
brevemente aquí la importante crítica que Nietzsche hace del lenguaje y del
concepto de verdad. Creo que podemos sacar ideas interesantes aplicándolo a la
música del primer tercio del XX.
Para él, las palabras no son más que reproducciones
fonéticas de impulsos nerviosos. El lenguaje pasa a ser una metáfora de nuestra
relación con los objetos nombrados, una invención que no tiene nada que ver con
los objetos en sí. Eso sí, ese lenguaje es aceptado socialmente y articula lo
que es verdad y lo que es mentira. Como siempre utilizamos conceptos, lo
individual queda como lo innombrable, por lo que no existiría la verdad. Solo
podemos escapar de la gran mentira del lenguaje convirtiéndonos en el hombre
intuitivo, estético, que desarrolla su creatividad artística. Poniendo al arte
por encima de la vida.
La transmutación de valores, también puede ser un
tema interesante para aplicarlo a la música del XX. Como parte del Nihilismo
activo, es decir, el que no renuncia a la existencia, sino que busca opciones,
propone crear otros valores para preparar la llegada del superhombre, aquel que
ama la vida, que renuncia a la moral del esclavo y que como legislador impone
sus propias normas. Y ese superhombre tendrá una vida plena que querría revivirla
una y otra vez a través del eterno retorno.
El sentido ético del eterno retorno nos indica que
cada instante tiene un valor absoluto en sí mismo, cada instante debe vivirse
con plenitud. En sentido cosmológico, cada instante anuda en sí mismo lo que
antecede y lo que será. Es indudable la relación de estas ideas, que no están
pensadas para nuestra disciplina, pero que claramente nos lleva al arte
contemporáneo.
Con este rápido barrido tenemos una visión general del
panorama filosófico del siglo XIX.
Por Nerea Rodríguez para Estética
y Filosofía de la Música II, RCSMM.
Bibliografía
Beardsley, M. C., & Hospers, J. (1986). Estética.
Historia y fundamentos. Madrid: Cátedra.
Manzano, J. (1999). De la estética romántica a la
era del impudor. Barcelona: Horsori.
Valverde, J. M. (2019). Breve historia y antología
de la Estética. Barcelona: Ariel Filosofía.
Viciana, F., Gordo, M., & Pardo, M. D. (2016). Historia
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