Sesión 11 Estética y Filosofía de la Música I. Romanticismo I
Sesión 11
Solemos pensar que el Romanticismo musical es un golpe de
efecto de la historia para sacudir los tímidos y ordenados sentimientos del
clasicismo, para dejar a flor de piel las intempestivas emociones de una nueva época.
Musicalmente sabemos que el siglo XVIII nos ha dado todo lo
que el XIX cree haber inventado, pero es cierto que los escritores y filósofos
y, por supuesto los músicos-escritores, se magnifican a sí mismos describiendo
una época convulsa, sin medias tintas, pintada con blanco o negro.
La culminación de este panorama es el pensamiento
nietzscheano por lo que dedicaremos el final de las sesiones sobre romanticismo
a este filósofo y a su crítica feroz de este siglo XIX, que es a su vez
generador de su nihilista sistema filosófico.
Los temas centrales de la estética musical del Romanticismo
podemos reducirlos a los siguientes:
¾ El público como masa, implicaciones.
¾ Crítica, medios de comunicación y mercado.
¾ La autonomía del lenguaje musical.
¾ Supremacía del lenguaje musical por su condición de asemántica.
¾ La posición de la música con respecto a las demás artes.
¾ La unión de todas las artes.
¾ El arte y la mística.
Si este siglo XIX fue capaz de generar un mundo “A”
regido aun por las rígidas normas de una moral religiosa, clasista, dirigida
por las normas del mercado, el mundo “B” representado a través del arte,
pretende reflejar todo eso y a veces, a la vez, destruirlo, con ayuda de ese
reconocimiento que ya vimos en la antigua Grecia y que provocaba el llanto de
Ulises frente al viejo aedo.
Nuestro posicionamiento frente a ese espejo, que es
el arte, variará, por supuesto, pero está abierta esa puerta al desvelamiento
de las mentiras, que implican las reglas sociales y la etiqueta impuesta. El
papel de la música será para muchos el descubrimiento de esas emociones que no
se podrán nunca describir con palabras, que se sienten en las vísceras y que
nos transporta al éxtasis a través de melodías o armonías, según la estación en
la que nos apeemos en la recién conquistada Europa. Conquistada y a la vez
dividida por los magnates del ferrocarril, pero permitiendo la globalización
total del arte y el nacimiento de un público unificado en la norma. También
conocerán desde este y otros grandes medios de transporte, el mundo invadido,
sometido, que será visto aunque desde las alturas, como una vía de escape de la
rigidez social de Europa.
El crecimiento de la industria musical en el siglo
XIX es exponencial, esto generará a los músicos un panorama mucho más amplio en
cuanto a oficios, que en siglos pasados; intérpretes, compositores, profesores,
editores, comerciantes de instrumentos… La enseñanza musical ya no estará
ligada únicamente a los oficios familiares o a los coros infantiles, sino que
se accederá a la música desde cualquier edad y casi desde cualquier posición
social. Esta diversidad en la enseñanza alejará al músico del concepto de
“estilo único” imperante en épocas anteriores.
Como ya hemos dicho, el siglo XIX aún se mueve con
una férrea moral cristiana, pero la religiosidad se ha visto deteriorada y el
arte, de alguna forma, va a ocupar parte de este espacio. A través del arte
podemos llegar a otros estados de realidad, es lo que Schopenhauer (1788-1860)
llama “voluntad”, llegando incluso a afirmar que la música es el lenguaje
absoluto, duplicado del mundo fenoménico. Schelling (1775-1854) otorga a la
música la capacidad de estar en equilibrio entre la sensibilidad y la
espiritualidad a través de la ordenación del tiempo, a través del ritmo, elemento
unificador de lo múltiple. En esa línea Hegel (1770-1831) otorgará a la música
la función de ordenar el tiempo y
revelar al alma su identidad, revelar lo Absoluto bajo la forma del sentimiento,
pero no del sentimiento individual como harán otras artes figurativas.
Estamos ya citando a los grandes pensadores del
siglo XIX, pero en lo referente a Filosofía de la Música, hay un personaje que,
sin saberlo, trató todos los temas que estamos comentando mucho antes aunque de
una forma fortuita, hablamos del joven Wilhem Heinrich Wackenroder (1773-1798).
Os propongo varias lecturas de este incipiente autor porque es cierto que desde
la ingenuidad y el valor de la juventud sintetiza el pensamiento que está por
venir. Podemos ver en sus textos el uso de la música como lenguaje primigenio
de los sentimientos, dejando a la razón fuera de la recepción del arte. El espectador
debe dejarse invadir, de forma pasiva, por el lenguaje Absoluto que la música
tiene entre manos. Música como refugio, como reino de la fe, y aunque nos
parezca contradictorio, también regido por las matemáticas, elemento constante
en toda la historia de la música.
El pasado será otro de los grandes ejes en la nueva
concepción de la música en este siglo. La recuperación del repertorio
gregoriano, y el avance en la historiografía va a ofrecer a los jóvenes
románticos un lugar de refugio entre lo fantástico, lo fantasmagórico, el
pasado medieval y las polifonías místicas del Renacimiento.
En este punto, el papel de E. T. A. Hoffmann
(1776-1822) será crucial. Articulará un pasado musical especialmente
restrictivo, del que sin duda somos herederos. A través de sus relatos creará un ideario de genios, que quedarán
para siempre; Palestrina, Bach, Gluck, Haydn, Mozart y por supuesto Beethoven,
protagonista en muchos de los escritos de los escritores y filósofos de este
siglo. La concepción de genio, de lo sublime, se da en esta época gracias a
este y a muchos más escritores, críticos, etc que verán en la música un lugar
de encuentro de discusión, aun careciendo de los conocimientos musicales
necesarios para ello. Hoffmann aplicará el concepto Hegeliano de historia según
el cual, la relación Mozart-Haydn-Beethoven son la representación de la triada
dialéctica (arte-religión-filosofía) para llegar al espíritu absoluto,
Beethoven, como autor genuinamente Romántico.
Es evidente que la música va a tener un
papel primordial entre las artes, pero no olvidemos que su verdadera función
está en el ocio. Ahora ya no solo dirigido a las clases dominantes, sino a un
público alentado por los medios de comunicación, dentro de una industria
musical sin precedentes, tanto a nivel editorial, como a nivel de salas de
concierto y por supuesto a nivel doméstico, como ocio aun ligado a la educación
con gusto, a la formación de ciudadanos educados. En esta educación doméstica,
tomando como ejemplo significativo, la educación de las mujeres, veremos cómo
se estructurará el orden social de los diferentes integrantes. A través del
repertorio, del tipo de instrumento, de los entornos de representación del
arte, las mujeres, verán acotados con vallas de espinos, sus movimientos, dentro del infinito campo de acción de los
hombres. Esa universalidad del arte no es para todos, y ese lenguaje a lo
Absoluto, para ellas, quedará encerrado en los ajustados corsés, ideados por
hombres y fabricados por otras mujeres en los telares de las grandes fábricas.
Como reflexión de esta primera sesión sobre
Romanticismo, de todo esto, ¿qué queda hoy? ¿Consideramos al arte y en
particular a la música desde el mismo punto de vista que hace más de 200 años?
¿Esperamos lo mismo del arte? ¿Somos un público parecido? ¿Se mantienen los
problemas de género en la música? La sociedad del espectáculo, en el que
estamos sumidos, ¿nace en el siglo XIX?, ¿ha hecho desaparecer los demás
aspectos del arte?
Por Nerea Rodríguez para Estética
y Filosofía de la Música, RCSMM.
Bibliografía
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