Sesión 10 Estética y Filosofía de la Música I. Clasicismo II

Obra de Andrea Hauer
Estética y Filosofía de la Música. Clasicismo II

Sesión 10

Todo este movimiento de ideas desde Francia, tuvo su repercusión en muchos lugares de Europa. A Italia, foco de atención incuestionable, también llegaron las controversias y las críticas hacia su música, desarrollándose allí ideas contrarias con respecto a la relación música/palabra/instrumentos.

Por un lado el español Esteban de Arteaga y López (1747-1799), afincado en Italia y el erudito Francesco Algarotti (1712-1764), concibieron la música como complemento de la palabra. Antonio Eximeno y Pujades (1729-1809), jesuita de origen español y el compositor Vicenzo Manfredini (1737-1799), como un lenguaje autónomo que no necesitaba de la palabra. En los textos propuestos de esta sesión podéis comprobarlo.

Volviendo a París, Christoph Willibald Gluck (1714-1787), busca un tipo de ópera más equilibrado con la ayuda de su libretista Ranieri di Calzabigi (1714-1795). El objetivo es mejorar la expresión dramática y crear un estilo internacional. Con el prólogo a Alcestes y la crítica de La Harpe (1739-1803) escrita en 1777 en el Journal de Paris, podemos ver la controversia que se generó. La Harpe critica duramente a Gluck haciendo ver lo innecesario que es mostrar el límite de las emociones, hasta llegar incluso al punto de la deformación estética.

Este último impulso hacia un lenguaje musical más autónomo estaba es consonancia con la concepción de la música instrumental en muchas partes de Europa, principalmente en el imperio austro-húngaro y sobre todo en los enclaves luteranos. No olvidemos que Lutero había defendido la importancia de la música instrumental y la necesidad de la educación para generar un ocio saludable a través de la música y la religión.

La música instrumental en Alemania, estaba totalmente asumida, la controversia que citaremos se refiere al uso o no del contrapunto, poniendo en la mira la figura de Johann Sebastian Bach. Su oponente fue Johann Adolf Scheibe (1708-1776), que escribirá en la revista El músico crítico, su posición en contra de todo artificio musical.

Johann Matheson (1681-1764) y Johann Joachin Quantz (1697-1777), parten ya de una autonomía clara de la música instrumental en sus escritos. Quantz, en su método, tiene clara la importancia del conocimiento técnico para avanzar en este lenguaje, sin olvidar los límites que impone el buen gusto. En el caso de la música, enmarcado por los sentimientos, más o menos moderados según entremos en el Galand style o en el Empfindsamer stile, como ya habéis visto en Historia de la Música II.

La proliferación de métodos de instrumentos es realmente importante, porque no solo hacen referencia a cuestiones técnicas sino a temas de interpretación, gusto,  ornamentación… Podemos citar los métodos de Leopold Mozart (1719-1787) y Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788). Este último luchará por la emancipación del músico y la independencia de creación que necesita en calidad de artista.

Esto tiene que ir unido a una función de la música fuera de la escucha distraída, propia de fiestas, comidas, bailes… Es necesaria otra mirada a través de otro lenguaje y otra estructura formal. El nacimiento de la sonata dio la opción a esta nueva mirada. La construcción a través de un lenguaje claro, robusto, con una estructura narrativa firme creaba ese ansiado lenguaje universal. Sin que los iluminados se percataran, tenían ante sus ojos el anhelo de la ilustración.

Tampoco el filósofo por excelencia de la segunda mitad del siglo XVIII le dio a la música el valor que poco después tendría con creces. Immanuel Kant (1722-1804) fue el primero en establecer el juicio estético como uno de los pilares de su obra. La música siempre tuvo un papel algo ambiguo en su sistema. Pero dice algo sobre la música en el §16 de la Crítica del juicio, que sin pretenderlo será de gran importancia en los siglos sucesivos. Habla de la belleza libre:

Hay dos especies de belleza; la belleza libre (pulchritudo vaga), y la simple belleza adherente (pulchritudo adherens). La primera no supone un concepto de lo que debe ser el objeto, pero la segunda supone tal concepto, y la perfección del objeto en su relación con este concepto. Aquella es la belleza (existente por sí misma) de tal o cual cosa; esta, suponiendo un concepto (siendo condicional), se atribuye a los objetos que se hallan sometidos al concepto de un fin particular.  Las flores son las bellezas libres de la naturaleza; no se sabe perfectamente, a no ser botánicos, lo que es una flor; y el botánico mismo que reconoce en la flor el órgano de la fecundidad de la planta, no atiende a este fin de la naturaleza cuando forma sobre la flor un juicio del gusto. Su juicio no tiene, pues, por principio ninguna especie de perfección, ninguna finalidad interna a la cual pueda referirse la unión de los diversos elementos. Muchos pájaros (el papagayo, el colibrí, el ave del paraíso), un gran número de animales del mar, son bellezas en sí, que no se refieren a un objeto, cuyo fin haya sido determinado por conceptos, sino a bellezas libres que agradan por sí mismas. Del mismo modo los dibujos a la griega, las pinturas de los cuadros o las tapicerías de papel, etc. no significan nada por sí mismas; no representan nada, ningún objeto que se pueda reducir a un concepto determinado, y son bellezas libres. Se puede también reducir a esta especie de belleza lo que se llama en música fantasías (sin tema), y aun toda la música sin estudio.  En la apreciación de una belleza libre (considerada relativamente a su sola forma), el juicio del gusto es puro; éste no supone el concepto de fin alguno, al cual puedan referirse los diversos elementos del objeto dado y todo lo comprendido en la representación de este objeto, por la que sería limitada la libertad de la imaginación, que se goza en cierto modo en la contemplación de la figura (Immanuel Kant, Crítica del juicio §16).

Por Nerea Rodríguez para Estética y Filosofía de la Música, RCSMM.

 

Bibliografía

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